lunes, 15 de marzo de 2010

Detrás de las libertades del Periodismo de Opinión

Por Carla Planas
Cátedra: Periodismo de Opinión.
Prof. Luis Alonso Hernández.
Género: Artículo
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El periodismo de opinión es la cumbre en la profesión del comunicador; debe ser considerado como la fructífera ganancia de sentirse complacido, porque alguien encuentra interesante y oportuna nuestra postura.

Es un campo amplio, en el que se da rienda suelta a las ideas, juicios y pensamientos a través de la escritura. A pesar de que este enunciado aparenta un extenso estado de libertad, no se puede dejar rezagada una de las partes más importantes del periodismo de opinión, la responsabilidad social y legal que conlleva ejercerlo y disfrutarlo.

Estas obligaciones que se presentan al opinar, van más allá de la simple moral; en Venezuela, se pueden regir por preceptos como la Ley del Ejercicio del Periodismo, que consagra un Tribunal Disciplinario que se encarga de sancionar a los periodistas que no cumplan con sus deberes al momento de informar o de opinar. Si se incurre voluntariamente en un error de hechos, se adulteran intencionalmente opiniones y se tergiversan las informaciones o datos brindados a los lectores con el objetivo de causar daños, se está cometiendo una grave falta que, más allá de lo honorable, pueden ocasionar amonestaciones profesionales y legales.

Otra de las leyes que fundamenta este compromiso que se debe adquirir al momento de escribir, es el Código Penal, pues en varios de sus artículos se intenta salvaguardar el honor y la reputación de los ciudadanos que pudieran ser afectados por el delito de la difamación.
Tal vez la más clara e importante de estas leyes, sea la Constitución Nacional, que en su artículo 57 establece que: “Toda persona tiene derecho a expresar libremente sus pensamientos, ideas u opiniones de viva voz, por escrito o mediante cualquier medio de comunicación, sin que pueda establecerse censura. Quien haga uso de este derecho asume plena responsabilidad por todo lo expresado.

Por todas estas razones, se puede deducir que la libertad de opinar llega a su límite, cuando comienzan los derechos de los demás; se debe contar con credibilidad al momento de ejercer el periodismo de opinión, ésta se gana con honestidad, reuniendo y verificando las informaciones, exponiendo abierta y libremente nuestras opiniones, que estén sustentadas en hechos objetivos y fundamentados; todo esto; sin olvidar el respeto hacia el idioma, para así, servir de ejemplo fidedigno a la audiencia o lectores.

No se puede carecer de sensatez, juicio y conciencia al momento de emitir juicios de valor; toda persona que decida expresarse, que sienta que sus ideas deben ser escuchadas, necesita estar, ante todo, consciente de las responsabilidades y repercusiones en las dimensiones éticas y legales que esto acarrea.

Se hace oportuno entonces, traer a colación una frase expresada por Earle Herrera en su libro Periodismo de Opinión, Los Fuegos Cotidianos: ”El periodismo de opinión no es, pues, una tierra de nadie”. En su lugar, viene a ser una de las áreas más delicadas del periodismo, una orbe de legislaciones morales que descansan en la conciencia de todos los afortunados que sean leídos o escuchados por el público.

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